Por el Locutor Edwin Santana
Es mucho lo que hemos oído hablar de La Desiderata. Mucho lo que hemos leído sobre ella, sin embargo, sin dejar de admitir que es un poema bello, lleno de consejos verdaderamente útiles, como podría pasar con cualquier cosa producida por los humanos, contiene algunos errores.
El análisis desde esta perspectiva del poema de Max Ehrmann, y que por un tiempo se creyó escrito por un monje anónimo antiguo dadas unas graciosas confusiones, viene a colación porque he visto cómo algunas personas veneran el poema como si éste pudiese sustituir cualquier filosofía de vida o creencia religiosa en cuanto a arrojar luces sobre la normatividad del accionar humano en su presente.
Cierto es, repito, que tiene muy buenos consejos, veamos:
“Camina plácido entre el ruido y la prisa
y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio.”
Nos invita a permanecer serenos, aun cuando el mundo está generando constantes ruidos y distracciones.
“En cuanto sea posible y sin rendirte
mantén buenas relaciones con todas las personas”
Un encomiable y sucinto llamado a las buenas relaciones aun cuando nos cueste.
“Enuncia tu verdad de una manera serena y clara
escucha a los demás, incluso al torpe o el ignorante:
también ellos tienen su historia”
Invita a la comunicación pacífica de nuestros pareceres respecto a las cuestiones que nos atañen; sin embargo, inmediatamente después, reza:
“Evita las personas ruidosas y agresivas, ya que son un fastidio para el espíritu”.
Ahí comienzan mis desavenencias con el inveterado y otrora polémico poema. Y es que cada persona tiene una percepción diferente de lo que es ruido y agresividad, especialmente cuando se trata de verlo como defecto en otras personas y por lo tanto, siguiendo este consejo, terminaremos confundidos respecto a aquellos versos que invitan a socializar de manera serena y clara y escuchar a los demás y caminar plácidamente entre, precisamente, el ruido y la prisa.
Continuaremos analizando La Desiderata desde este punto de vista no convencional en la próxima entrega de esta columna.
EL AUTOR ES LOCUTOR Y ESTUDIANTE DE TERMINO DE FILOSOFÍA.
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