Locutor y estudiante de Término de Filosofía
Creo firmemente en que hay que disfrutar la vida. Sin
embargo, antes de lanzarnos a disfrutar, es preciso definir qué es para
nosotros eso, en qué consiste el disfrute y como cualquier otra cosa, antes de
definirla, hay que conocerla, vivirla y/o experimentarla.
Disfrutar de la vida debe ir más allá de pasarse los días
tomando ron (o cualquier tipo de bebida alcohólica) consumiendo drogas,
bailando, brincando, riendo… para disfrutar la vida, hay que conocerla y, como se
dice también de la felicidad, tomar la decisión de hacerlo.
En este punto entra la ética. Para el filósofo prusiano de la
Ilustración Immanuel Kant, hay que tomar cada decisión en la vida de modo que
eso que has hecho (o has de hacer) pueda convertirse en ley universal; es
decir, que cada vez que se den esas circunstancias –o similares- la decisión a
tomar, por cualquier ser en el universo, deba ser esa.
Friedrich Nietzsche, filósofo alemán, considerado uno de los
pensadores contemporáneos más influyentes del siglo XIX, por su parte propone
la idea de imaginar que nuestra vida tal como la vivamos, va a repetirse una y
otra vez por la eternidad; es decir, que cada acción nuestra en esta vida va a
repetirse con sus respectivas consecuencias por toda la eternidad sin que
podamos cambiar nada en absoluto: las mismas alegrías, los mismos gozos, pero
también los mismos accidentes, los mismos sufrimientos, las mismas penas. De
modo que tenemos en esta vida presente la oportunidad de actuar de una manera
que esas vidas futuras sean lo más placenteras posibles, si así lo decidimos.
Viendo las posiciones de los filósofos citados (y a riesgo de
ser tildado de simplicista e ingenuo por los más conocedores), me permito
exponer mi punto de vista:
Tenemos dos grandes posibles nortes éticos que van a definir
nuestro accionar, nuestra conducta, nuestra moral.
Por un lado, podríamos decidir vivir una vida disoluta y
desenfadada; bebiendo, bailando, brincando, drogándonos y disfrutar esas
acciones, pero enfrentar las consecuencias personales-individuales, familiares
y sociales con el mismo disfrute.
Por otro lado, podemos decidir vivir una vida ordenada,
actuando con prudencia, previendo las posibles consecuencias de nuestros actos
y disfrutar, igual que en el caso anterior, tanto de las acciones como de las
consecuencias.
Para lo que no hay lugar dentro de esta concepción de la vida
es para las quejas constantes y el pesimismo que se han vuelto característica
casi esencial de una inmensa cantidad de seres humanos.
Debemos aprender a disfrutar la vida y decidir disfrutarla.
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